domingo, 15 de mayo de 2011


ANALFABETISMO MUSICAL?


Encuentros con la música

Una cuestión de educación

Bebe
No creo que este ensayo vaya a ser la primera reflexión que alguien haga públicamente sobre los temas de la música y la educación en España. Es más, no espero que nuestras apreciaciones tengan un efecto inmediato, pero deseo que todo aquél que lo lea considere, de algún modo, estas observaciones y medite sobre ellas. Solamente un cambio en el pensamiento de la sociedad logrará un cambio material.
Muchos son los profesionales de la música que piensan que la situación de retraso cultural en España, con respecto a otros países de Europa, cambiará en un futuro próximo. Los más optimistas prevén que tendrá lugar en cinco o diez años, otros que en veinte o treinta según el nivel de retraso y de la situación geográfica (más acentuado en Extremadura y Andalucía, no así en comunidades más próximas a la mentalidad europea como Cataluña o País Vasco). Más que proponer una única e indiscutible solución, lo que este ensayo pretende es concienciar al lector de la situación actual e invitar a la reflexión, ya que la solución a esta problemática no es tan ardua en complejidad, aunque sí es cierto que son necesarios cambios sustanciales que convierten este proceso en lento y trabajoso.
En España, ronda todavía en la conciencia colectiva la premisa de que el arte sólo debe estar al alcance de las clases poderosas. Arrastramos en nuestro pensamiento las antiguas costumbres de mecenas que patrocinan creaciones y músicos al servicio de grandes entes. Pero:
¿Para qué sirve un músico? ¿Cuál es su labor en la sociedad? Un médico puede curarte, salvarte la vida o matarte. Un fontanero puede solucionarte un engorroso problema acuático en casa. Pero un artista… ¿quién lo necesita? ¿Es solamente un propiciador de entretenimiento?
A menudo da la impresión de que el arte puede parecer prescindible, y esto se hace presente en nuestra educación. No hay más que echar un vistazo a los programas de gobierno; el apartado que en educación se dedica al hecho artístico a veces queda reducido a unas simples notas al pie. Es por eso que para lograr sus objetivos la educación, el arte y la cultura deben estar unidos y mantener unos intereses comunes. Centrándonos en la música, este interés es claro: deben propiciarse oportunos encuentros con la música para que el individuo logre adquirir una capacidad crítica que le permita decidir sus propios gustos y prioridades. Hasta este momento, la educación, y principalmente en edades tempranas, ha descuidado estos encuentros.
Hace apenas cincuenta años, una gran mayoría de la población era analfabeta. Desde ese momento la educación ha conseguido un logro considerable. En la actualidad son una gran minoría las personas que no saben leer y escribir. Pero… ¿cuántas de ellas no saben leer y escribir música? ¿Cuál es el nivel de analfabetismo musical? ¿Acaso no es una necesidad, un derecho? ¿Quién ha decidido establecer tan notable prioridad de las letras sobre las notas?
Estoy seguro de que si cada lector echa un vistazo a las personas que tiene a su alrededor todas ellas saben leer y escribir, tienen libros en casa, compran revistas y leen el periódico. Pero me atrevo a asegurar que muy pocas de ellas leen partituras, han cantado alguna vez en un coro o tocan algún instrumento. Esto está reservado exclusivamente a unos pocos afortunados, que casualmente tuvieron un encuentro propicio con la música.
El encuentro con la música, en muchas ocasiones, no se produce con naturalidad. A mi parecer, el papel del educador es fundamental para propiciar que se produzca ese momento trascendental de contacto con la música. Pero ¿están preparados los educadores de hoy para favorecer estos encuentros? ¿No afecta la tasa de analfabetismo musical también a los educadores? Los que mantenemos cierta relación y cercanía con entornos pedagógicos, especializados en educación musical, sabemos que algunos de estos titulados comienzan, e incluso concluyen, sus estudios sin saber apenas música, y en lo que duran éstos es realmente imposible que los estudiantes adquieran los conocimientos musicales necesarios, además de los pedagógicos. Me atrevería a afirmar que tampoco ellos tuvieron un adecuado encuentro con la música.
Nos preguntaremos entonces, ¿dónde y cómo sería conveniente propiciar estos encuentros entre individuos y música para que sean favorables? La respuesta parece evidente: en casa, en la escuela, en universidades, en círculos de amistades, a través de la radio, la televisión, revistas, videojuegos, etc. Cualquier lugar y medio puede ser el idóneo. Y puede llegar a ocurrir de dos formas diferentes: de un golpe, o por goteo.
Un cambio con respecto a la situación actual se antoja necesario. No es justo para la sociedad que el círculo artístico en torno a la música se cierre alrededor de la educación en conservatorios. Deben existir conservatorios, claro está. Son un importante medio para la formación de músicos, pero en la escuela el objetivo es diferente; debe educarse a las personas para que sepan entender la música, de igual forma que se hace para que entiendan las letras. Se puede pensar que el lenguaje de las letras y la palabra es indispensable para vivir y el musical no; que es necesario el lenguaje escrito para progresar en la sociedad y los estudios ¿acaso el sonoro no?
Todos hemos escuchado alguna vez decir que: “la música puede disfrutarse del mismo modo aunque no se conozca su lenguaje escrito”, y puede ser cierto. Sin embargo, sí que es necesario saber ciertos principios de la organización musical para profundizar algo más y sacarle un cierto partido. A todos nos han enseñado en la escuela el significado de cada palabra, pero ¿y de cada sonido? Sabemos cómo se construye una frase y de qué partes consta. ¿Y de una frase musical? Podemos analizar un texto con tan sólo leerlo, pero ¿y una sonata o una sinfonía? ¿Acaso sabemos que son éstas últimas? Nuestra sociedad sería muy diferente si conociéramos los rudimentos de la vida sonora. Estaríamos más normalizados musicalmente, habría más afición, un compositor podría vivir de sus creaciones, y ahora yo no tendría que estar escribiendo sobre esto.
A pesar de que la mayoría de las personas de nuestra sociedad sabe leer, tampoco se lee mucho. Es conveniente adquirir el hábito de leer libros para disfrutar de ellos. Lo mismo pasa con la música. Casi la totalidad de personas tiene la capacidad de escuchar –al menos cuando quieren–. Sin embargo, muchos no se atreven a escuchar música “clásica”. La música, por tanto, juega con desventaja cuando se desconoce su lenguaje, y resulta mucho más difícil entender sus significados. Entonces ¿por qué priorizar la educación en el mundo de las letras y descuidar el de los sonidos?
Escuchar música tiene en común con la lectura que al principio puede resultar costoso ponerse, y es necesario adquirir una cierta constancia. Además ambas disciplinas se desenvuelven en mundos de fantasía, de una forma más o menos abstracta. La lectura te seduce a través del sentido de la vista y la música por el oído, pero ambos requieren además de un esfuerzo intelectual. A pesar de tantas similitudes todos conocemos el lenguaje escrito pero sólo unos pocos afortunados conocemos el de la música, y eso, es una adversidad que únicamente las personas conscientes de ello logramos valorar.
El placer de leer se adquiere leyendo y el de escuchar música, escuchando. Que la música te atrape o que no lo haga dependerá de diferentes circunstancias y particularidades, pero para advertirla se debe promover el hábito hacia la escucha atenta con todo tipo de actividades, y para ello la escuela resulta un medio muy apropiado. Con todo esto queda demostrado que es fundamental propiciar constantes encuentros con la música.

Luis Fco Gordillo Navarro

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