jueves, 28 de abril de 2011

El deseo de poder.

¿Cuál es el deseo? Cualquiera sea la respuesta, llevar adelante el deseo, implica una relación de poder. Poder o no poder, esa es la cuestión.
Oscuramente se hace presente. Hay allí una voluntad personal que implica siempre una concreción compartida. Hay siempre un grupo de gente actuando según un objetivo común, donde ocurre algo nuevo, donde una nueva relación comunitaria se establece.
Y podemos imaginar un grupo de personas actuando, modificando en principio para el propio grupo, alguna realidad.
Un deseo que no es personal, pero es íntimo: que algo funcione. Que algo sea transformado, transformarse en agente de un cambio que cambia una realidad y a las personas y grupos implicados. Que algo y alguien aproveche su potencial.
Una acción donde las fuerzas creativas individuales no se sacrifican a favor de una concreción común, sino que encuentran expresión en ese beneficio.

El deseo siempre tiene un aspecto sensual, que implica la búsqueda de la descarga, de la distensión. Es una serie de clímax parciales, que van constituyendo la biografía de su configuración, de su devenir, de su siempre inesperada resolución, de su fracaso, de su concreción, de su extravío, de su renacimiento.

El deseo pone en marcha cuestiones que al realizarse, ya no se llaman deseo, sino acción. Se desea el movimiento, se desea lo que produce el movimiento, las concreciones suelen tener otra cara que la imaginada y sin embargo no hay allí frustración.

El deseo pone en marcha los vehículos de su propio esclarecimiento. A medida que se avanza se vuelve impreciso, desconocido, y su re-conocimiento nos pone al tanto de las dificultades reales, es decir del lugar que ocupamos indefectiblemente, en la puja por poder realizarlo. Lo que media entre la decisión y el movimiento, lo que el movimiento debe encarar, la trayectoria a que está obligado.

Nos encontramos realizando entonces, un movimiento inesperado, y de tanto en tanto lo inesperado juega a nuestro favor.

El deseo nos lleva a la búsqueda de nuestro poder inmediato: el poder de la imaginación y el poder del movimiento.

Saludos,
Pablo Rassetto.



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